LA VERDAD DEL EVANGELIO

CONFERENCIAS SOBRE AVIVAMIENTOS DE RELIGIÓN

por el Rdo. CHARLES G. FINNEY

 

CONFERENCIA Xi

UN MINISTRO SABIO SERÁ EXITOSO

 

TEXTO.-- El que gana almas es sabio. --PROVERBIOS 11:30.

 

El viernes pasado en la noche prediqué del mismo texto sobre tratar con pecadores por cristianos de forma privada. Mi objetivo es tocar los medios públicos de la gracia con referencia particular a:

LOS DEBERES DE LOS MINISTROS

Como observé en mi conferencia pasada, la sabiduría es la elección y búsqueda del mejor fin por los medios más apropiados. El gran fin que se le asignó al ministerio cristiano es glorificar a Dios en la salvación de las almas. Al hablar del tema propongo mostrar:

I. Que el cumplimiento correcto de los deberes de un ministro requiere de gran sabiduría.

II. Que la cantidad de éxito en el cumplimiento de sus deberes (todo queda igual) decide la cantidad de sabiduría empleada por él en el ejercicio de su cargo.

 

I. Voy a mostrar que el cumplimiento correcto de los deberes de un ministro requiere de gran sabiduría.

1. A causa de la oposición que se encuentre. El mero fin por el que el ministro es asignado es uno en contra que está colocado por la más poderosa oposición de los mismos pecadores. Si los hombres están dispuestos a recibir el evangelio, y no hubiera nada que se necesitara hacer más que contar la historia de la redención, un niño pudiera dar la nueva. Pero los hombres se oponen al evangelio. Se oponen a su propia salvación de esa manera. Su oposición es con frecuencia violenta y determinada. Una vez vi a un loco que había urdido planes contra su vida, y que realizaba el plan más sagaz y astuto para cumplir su propósito. Era artificioso y hacía creer a sus cuidadores que no había urdido nada, que se había dado por vencido, y aparentaba estar cuerdo y tranquilo, y en el instante que el cuidador bajara la guardia, se pondría las manos encima. Así, los pecadores con frecuencia ejercen mucha astucia para evadir todos los esfuerzos que son hechos para salvarlos. Y para encontrase con esa gran astucia y vencerla para salvar a los hombres, los ministros necesitan gran cantidad de sabiduría.

2. Los medios particulares asignados para emplearse en la obra muestran la necesidad de gran sabiduría en los ministros. Si los hombres se convierten por un acto de omnipotencia física, creando algún nuevo sabor, o algo parecido, y si la santificación no fuera nada más que la misma omnipotencia física quitando las raíces remanentes del pecado del alma, no se requeriría mucha sagacidad y habilidad para ganar almas. Ni habría entonces ningún significado en el texto. Pero la verdad es que la regeneración y santificación van a efectuarse por medios morales--por argumento y no por fuerza. Nunca ha habido, ni nunca habrá, alguien salvado por nada más que la verdad como medio. La verdad es el medio externo, el motivo externo, presentada primero por el hombre y luego por el Espíritu Santo. Vean la postura del pecador, y verán que nada, después de todo, escaso de la sabiduría de Dios y el poder moral del Espíritu Santo, puede romper esa oposición, y llevarla a rendirse a Dios. Aún los hombres van a usar los medios, y los medios adaptados al fin, hábilmente usados. Dios ha provisto que la obra de la conversión y santificación sea hecha en todos los casos por medio de ese tipo de verdad, aplicada en esa conexión y relación que es apta para producir un resultado así.

3. Tiene los poderes de la tierra y el infierno para vencer, y eso requiere de sabiduría. El diablo está constantemente operando, tratando de prevenir el éxito de los ministros, trabajando para desviar la atención del tema de religión, y hacer que el pecador se aleje de Dios para llevarlo al infierno. Todo el marco de referencia de la sociedad, casi, es hostil a la religión. Casi todas las influencias que rodean a un hombre desde su cuna hasta su tumba, en el estado presente de la sociedad, están calculadas para hacer fracasar el diseño del ministerio. ¿Acaso entonces no necesita el ministro de gran sabiduría para entrar en conflicto con los poderes de la oscuridad, y toda la influencia del mundo, además de la oposición del pecador?

4. Lo mismo se ve desde la importancia infinita del fin en sí mismo. El fin del ministerio es la salvación del alma. Cuando consideramos la importancia del fin, y las dificultades de la obra, quién no dirá con el apóstol "y para estas cosas, ¿quién es suficiente?"

5. Debe entender cómo despertar a la iglesia, y hacerles que se no estorben en el camino de la conversión de los pecadores. Esto es con frecuencia la parte más difícil del trabajo de un ministro y requiere de más sabiduría y paciencia que cualquier otra cosa más. En efecto, para ser esto exitosamente es una cualidad muy rara en el ministerio cristiano. Es un punto donde fallan todos los ministros. No saben cómo despertar a la iglesia, y subir el tono de la piedad a un patrón elevado, y así quitar los estorbos del camino para la obra de la conversión. Muchos ministros pueden predicar muy bien a los pecadores, pero tienen poco éxito, mientras la influencia contrarrestante de la iglesia resiste todo, y ellos no tienen la habilidad suficiente para remover la dificultad. Sólo hay un ministro aquí y allá en el país que sabe cómo sondear a la iglesia cuando está en un estado frío y apóstata para despertarla eficazmente y mantenerla despierta. Los miembros de la iglesia pecan contra la luz, que cuando ellos se vuelven fríos es muy difícil levantarlos. Han formado una piedad que detiene la verdad, mientras al mismo tiempo es ese el tipo de piedad que no tiene poder ni eficacia. Tales profesantes son los individuos más difíciles de despertar de su somnolencia. No quiero decir que siempre sean más impíos que el impenitente. Seguido son empleados para la maquinaria de la religión, y pasan por buenos cristianos, pero no son de ninguna utilidad en un avivamiento.

Conozco a ministros que veces se sorprenden al oír que las iglesias no están despiertas. Con razón tales ministros no saben cómo despertar a una iglesia dormida. Había un joven licenciado que supo del hermano Foote, el otro día, en esta ciudad, que derramaba la verdad, y trataba de despertar a las iglesias, y que sabía tan poco de eso que pensó que se estaba aprovechando de ellas. Tan perfectamente ciego estaba que de verdad pensó que las iglesias en Nueva York estaban todas despiertas en el tema de religión. Hace unos años hubo una gran controversia, y surgió oposición, porque se decía mucho de las iglesias dormidas. Todo era cierto, pero muchos ministros no sabían nada al respecto y se sorprendían al oír tales cosas sobre ellas. Cuando ha llegado a eso, que los ministros no saben cuándo está dormida una iglesia, con razón no tenemos avivamientos. Fui invitado una vez a predicar a un cierto lugar. Le pregunté al ministro cuál era el estado de la iglesia. Dijo: "Ah, sin excepción todos están despiertos". Me encantó la idea de trabajar en esa iglesia, pues era algo que no había visto todavía, ver despierto a cada miembro de la iglesia en un avivamiento. Pero cuando llegué, me encontré a una iglesia fría y dormida, y dudo que uno de ellos estuviera despierto.

He aquí la gran dificultad de mantener avivamientos, mantener a la iglesia completamente despierta y comprometida. Una cosa es que una iglesia se levante de su sueño y fanfarronee y se atropellen unos a otros, y otra cosa muy distinta para ellos es tener sus ojos abiertos y sus sentidos acerca de ellos, y estar muy despiertos, para saber cómo encontrar a Dios y cómo trabajar para CRISTO.

6*. Debe saber cómo poner a la iglesia a trabajar cuando están despiertos. Si un ministro intenta salir sólo a trabajar, calculando hacer todo él mismo, es como intentar rodar una gran piedra hacia arriba de la colina. La iglesia puede promover un avivamiento. Las iglesias a veces han tenido avivamientos poderosos sin ningún ministro. Pero cuando un ministro tiene una iglesia que está despierta, y sabe cómo ponerla a trabajar, y cómo estar en el timón y guiarla, puede sentirse fuerte, y seguido puede encontrar que ella hace más que él mismo en la conversión de los pecadores.

7. Con el fin de ser exitoso, un ministro necesita de gran sabiduría para saber cómo mantener a la iglesia trabajando. Seguido la iglesia es como los niños. Ponen a los niños a trabajar, y parecen estar comprometidos, pero tan pronto regresa uno, lo han dejado para ponerse a jugar. La gran dificultad de continuar un avivamiento yace aquí. Y reunirse requiere gran sabiduría. Saber cómo quebrantarlos de nuevo, cuando su corazón se eleva porque tuvieron avivamiento; despertarlos de nuevo cuando su celo empieza a ceder; mantener sus corazones llenos de celo por la obra; éstas son algunas de las cosas más difíciles en el mundo. Pero si un ministro fuera exitoso en ganar almas, debe saber cuándo empiezan a sentirse orgullosos, o a perder el espíritu de oración, y cuándo sondearlos y cómo examinarlos de nuevo, cómo mantener la iglesia en el campo recogiendo la cosecha del Señor.

8. Debe entender el evangelio. Pero preguntarán: ¿acaso todos los ministros entienden en evangelio? Respondo que ciertamente no todos lo entienden igual, pues no predican igual.

9. Debe saber cómo dividirlo para traer las verdades particulares, en ese orden, y hacerles referirse a esos puntos, y en esos momentos como están calculados para producir un resultado dado. Un ministro debe entender la filosofía de la humanidad para saber cómo planear y arreglar sus trabajos sabiamente. La verdad, cuando es referida a la mente, está en sí misma calculada para producir los sentimientos correspondientes. El ministro debe saber qué sentimientos desea producir, y cómo traer esa verdad para llevar como está calculada para producir sentimientos. Debe saber cómo presentar la verdad calculada para los cristianos humildes, o hacerle sentir por los pecadores, o despertar a los pecadores o convertirlos.

Con frecuencia, cuando los pecadores se despiertan, el terreno se pierde por la falta de sabiduría en el seguimiento del impacto. Quizá un sermón provocador se predique, los cristianos sean movidos, y los pecadores empiecen a sentir, y el siguiente domingo algo será presentado que no tenga conexión con el estado de sentimiento en la congregación y que no esté calculado para dirigir a la mente al ejercicio del arrepentimiento, fe o amor. Muestra cuán importante es que un ministro deba entender cómo producir una impresión dada, y en qué momento se deba hacer, y por cuál verdad, y cómo darle seguimiento, hasta que el pecador sea quebrantado y traído.

Muchos sermones predicados se pierden por la falta de un poco de sabiduría. Son buenos sermones, y están calculados, y bien medidos de tiempo, para hacer gran bien, pero tienen poca conexión con el estado actual de sentimiento en la congregación, que sería más que un milagro si debiera producir un avivamiento. Un ministro puede predicar en esta forma casual hasta morirse, y nunca producirá ningún gran resultado. Puede convertir aquí y allá a un alma desperdigada, pero no moverá la masa de la congregación a menos que sepa cómo dar seguimiento a sus impresiones para realizar un plan de operaciones y ejecutarlo, para seguir con la obra cuando se empiece. Debe no sólo ser capaz de soplar la trompeta tan fuerte como para despertar al pecador de su letargo, pero cuando lo haga, debe llevarlo por el camino más corto a Jesucristo. Y tan pronto como los pecadores sean levantados por un sermón, inmediatamente no empiecen a predicar sobre algún tema lejano que no tiene ninguna tendencia para continuar la obra.

10. Para alcanzar exitosamente las clases diferentes de pecadores, se requiere de gran sabiduría por parte del ministro. Por ejemplo, un sermón de un tema en particular puede ser para una clase particular de personas entre el público. Quizá empiecen a verse serios, o quizá hablen al respecto, o quizá ellos empiecen a cavilar al respecto. Ahora, si el ministro es sabio, sabrá cómo observar esas indicaciones, y seguirá directamente con los sermones adaptados para esa clase hasta que los lleve al reino de Dios. Entonces, déjenlo regresar y tomar a otra clase, averiguar dónde están escondidos, romper sus refugios, y darles seguimiento, hasta que los lleve al reino de Dios. Debe de pegarle a cada arbusto donde los pecadores se esconden, como la voz que siguió a Adán en el jardín: "¿DÓNDE ESTÁS TÚ?", hasta que una clase de público tras otra haya sido llevada, y así toda la comunidad convertida. Ahora un ministro debe ser muy sabio para hacer eso. Nunca se hará así hasta que un ministro se prepare para agarrar y traer cada clase de pecadores en su congregación, viejos y jóvenes, mujeres y hombres, ricos y pobres.

11. Un ministro necesita de gran sabiduría para alejar a los pecadores de sus refugios de mentiras, sin formar nuevos escondites para ellos. Una vez estuve en el ministerio de un hombre que había tenido gran preocupación por las herejías, y era constantemente utilizado para refutarlas. Y sacaba a colación muchas de esas herejías que su gente nunca había oído. Obtenía esas ideas en su mayoría de libros, y socializaba muy poco con la gente para saber qué pensaban. Y el resultado de su trabajo seguido fue que la gente estaba más interesada en la herejía, que en el argumento en contra. La novedad del error atrajo la atención de ellos tanto que se les olvidaba la respuesta. Y de esa forma le dio a la gente muchas más objeciones contra la religión como nunca habían pensado antes. Si el hombre no se socializa lo suficiente con la humanidad para saber cómo piensa hoy en día, no puede esperar ser sabio para responder las objeciones y dificultades.

He oído mucha predicación en contra de los universalistas, que ha hecho más daño que bien, porque los predicadores no entienden cómo las universalistas del presente razonan. Nunca se han mezclado con los universalistas, y no saben lo que creen y cómo argumentan ahora, pero tienen todo lo que saben del universalismo de los libros que fueron escritos hace mucho, y ahora no están actualizados en los mismos universalistas. Y la consecuencia es que cuando ellos intentan predicar en contra del universalismo se oponen a una idea débil y fácil de refutar, y no al modo de pensar de los universalistas como ahora piensan en la comunidad. Y la gente se ríe de ellos, o dice que son mentiras, pues sabe que los universalistas no tienen ese modo de pensar como les atribuye el predicador.

Cuando los ministros emprenden oponerse a una herejía presente, deben saber lo que hay ahora. Por ejemplo, casi todos los que escriben y predican contra el universalismo creen que son llamados para oponerse a la idea de que Dios es toda misericordia. Suponen que los universalistas sostienen la doctrina de que Dios es toda misericordia, y que cuando han refutado esa doctrina, han echado abajo los universalistas. Pero eso no es cierto. No sostienen esa doctrina. La niegan. Rechazan la idea de misericordia en la salvación de los hombres, pues sostienen que cada hombre es castigado plenamente de acuerdo a sus merecimientos justos. ¿De qué uso es, entonces, argumentar en contra de los universalistas de que Dios es un Dios de justicia y no de toda misericordia, cuando se agarran de la justicia de Dios sola como la base de la salvación, y no admiten la idea de misericordia para nada?

Del mismo modo, he oído a hombres predicar contra la idea de que los hombres son salvados en sus pecados, y suponen que están predicando contra la doctrina universalista. Los universalistas no creen tal cosa. Creen que todos los hombres fueron hechos santos y salvados en esa manera. Esto muestra la importancia de conocer lo que la gente sostiene antes de que traten de convencerlos de sus errores. No es de utilidad tergiversar las doctrinas de un hombre frente a él, y luego tratar de convencerlo. Debe establecer su doctrina como ellos la sostienen, y establecer sus argumentos justamente. De otro modo, si los establece equivocadamente, harán que se enojen o que se rían en secreto por la ventaja que le dieron. Dirán: "ese hombre no puede discutir conmigo bajo bases justas; tiene que tergiversar nuestras doctrinas a fin de refutarme". Gran daño se ha hecho así. Los ministros no intentan tergiversar a sus oponentes, sino el efecto es ese, que las pobres miserables criaturas que sostienen esos errores van al infierno porque los ministros no se molestan en informarse cuáles son los errores reales. Los errores nunca son deshechos por un proceso así. Menciono los casos para mostrar cuánta sabiduría debe tener un ministro para tratar los casos que ocurran. Debe estar familiarizado con las posturas reales de los hombres a fin de tratarlas, y quitar sus errores y equivocaciones.

Los ministros deben saber qué medidas se calculan mejor para ayudar lograr el gran fin de su cargo, la salvación de las almas. Algunas medidas son plenamente necesarias. Por medidas quiero decir qué cosas deben hacerse para tener la atención de la gente y llevarla a oír la verdad. Construir casas de culto, visitar de casa en casa, y demás, son todas "medidas", el objeto del cual es conseguir la atención de la gente para el evangelio. Mucha sabiduría es el requisito para trazar y realizar todas las varias medidas que son adaptadas para favorecer el éxito del evangelio.

¿Qué hacen los políticos? Organizan reuniones, circulan folletos y volantes, hablan en los periódicos, mandan por las calles sus barcos sobre ruedas con banderas y marinos; mandan carros por todo el pueblo, con volantes, para traer la gente a las urnas--todo para ganar su atención para su causa y que elijan a su candidato. Todas esas son sus "medidas", y para su fin se calculan sabiamente. El objeto es elevar el ánimo, y que salga la gente. Saben que al menos que haya entusiasmo es vano perseguir su fin. No quiero decir que sus medidas sean piadosas, o correctas, sino sólo que son sabias, en el sentido de que son la aplicación apropiada de los medios para el fin.

El objetivo del ministerio es hacer que la gente sienta que el diablo no tiene derecho de regir el mundo, sino que deben darse a Dios, y votar en el Señor Jesucristo como el gobernante del universo. Ahora, ¿qué debe hacerse? ¿Qué medidas tomaremos? Dice alguien: "asegúrense de que no tengan nada que sea nuevo". ¡Qué extraño! El objetivo de nuestras medidas es ganar la atención, y deben tener algo nuevo. Tan seguro como el efecto de una medida se vuelve estereotipada, cesa de ganar atención, y entonces deben tratar algo nuevo. No necesitan tener innovaciones en todo. Pero cuando el estado de las cosas es tal que algo más se necesita, debe ser algo nuevo, de otra manera fallará. Un ministro no debe nunca introducir innovaciones a las que no se han solicitado. Si lo hacen, lo avergonzarán. No puede alterar el evangelio; ese permanece igual. Pero las medidas nuevas son necesarias, de vez en cuando, para despertar la atención y llevar el evangelio para ser relacionado con la mente pública. Y entonces el ministro debe saber cómo introducir cosas nuevas para crear la menos resistencia o reacción posibles. La humanidad es afecta a la forma en religión. Les encanta tener deberes religiosos estereotipados para estar tranquilos, y por tanto se inclinan a resistir cualquier movimiento nuevo diseñado para levantarlos a la acción y sentimiento. De ese modo es del todo importante introducir cosas nuevas sabiamente para no dar a la ocasión o apología innecesarias a la resistencia.

13. No se necesita mucha sabiduría de un ministro para saber cuándo poner un alto a las nuevas medidas. Cuando una medida es lo bastante novedosa para asegurar la atención de la verdad, por lo regular ninguna otra medida debe introducirse. Han asegurado el gran objetivo de la novedad. Cualquier cosa estará en peligro de desviar la mente del público y fijarla en las medidas mismas. Y entonces, si introducen novedad cuando no es requerida, ustedes pasarán por un campo vasto, que poco a poco cuando realmente quieran algo nuevo, no tendrán nada más qué introducir sin hacer algo que haga un gran impacto en la mente del público. La Biblia no ha puesto un curso específico de medidas para promover avivamientos de religión, pero lo ha dejado a los ministros para adoptar tal como están sabiamente calculadas para asegurar el fin. Y mientras seamos más parcos para cosas nuevas, más tiempo las podemos usar, para mantener la atención pública despierta al gran tema de la religión. Por un curso sabio esto sin duda puede ser hecho por muchos años hasta que nuestras medidas presentes poco a poco tengan la novedad suficiente en ellas para otra vez atraer y fijar la atención del público. Y entonces nunca careceremos de algo nuevo.

14. Un ministro, para ganar almas, debe saber cómo tratar con pecadores despreocupados, despiertos y ansiosos para llevarlos directamente a Cristo en la forma más corta y directa. Es sorprendente ver cuántos ministros hay que no saben cómo tratar a pecadores, o qué decirles en sus varios estados de la mente. Una buena mujer en Albany me dijo que cuando estuvo bajo preocupación fue a su ministro y le preguntó qué debía hacer para obtener alivio. Y le dijo que Dios no le había dado mucha experiencia en el tema, y le aconsejaba que fuera con un diácono tal y tal, quien quizá podría decirle qué hacer. La verdad era que no sabía qué decirle a un pecador bajo convicción, aunque no había nada en particular en el caso de ella. Ahora su creen que ese ministro es un caso raro, están engañados. Hay muchos ministros que no saben qué decirle a los pecadores.

Un ministro una vez llevó a cabo una reunión ansiosa**. Al asistir a ella, en vez de acudir a cada uno de los estaban ahí presentes y listos para responder en fe y arrepentirse, empezó a preguntarles del catecismo, "¿en qué punto Cristo ejerció el sacerdocio?" Aquella pregunta no tenía ninguna aplicación para el propósito de la reunión.

Conozco a un ministro que tuvo una reunión ansiosa y asistió a ella con un discurso por escrito que había preparado para la ocasión. Tan sabio como podía ser si un médico, que sale a ver a sus pacientes, debiera sentarse cuando quisiera y escribir todas las recetas antes de que los haya visto. Un ministro necesita saber el estado mental de las personas, antes de que pueda saber qué verdad será apropiada y útil de administrar. Digo estas cosas, no porque me encante hacerlo, sino porque la verdad, y el objeto frente a mí, requieren que se digan. En tales instancias como he mencionado no son de ninguna manera raras.

Un ministro debe saber cómo aplicar la verdad a todas las situaciones en las que pueda encontrar a pecadores moribundos yéndose al infierno. Debe saber cómo predicar, cómo orar, cómo conducir reuniones de oración, y cómo usar todos los medios para llevar la verdad de Dios para afectar el reino de la oscuridad. ¿Acaso esto no requiere sabiduría? Y ¿quién es suficiente para estas cosas?

II. La cantidad del éxito del ministro en ganar almas (todo queda igual) invariablemente decide la cantidad de sabiduría que ha ejercido en el cumplimiento de su cargo.

1. Esto plenamente se afirma en el texto "el que gana almas es sabio". Esto es, si un hombre gana almas, hábilmente adapta los medios al fin, que son, ejercer sabiduría. Es más sabio por cuanto mayor es el número de pecadores que salva. Un zopenco puede, en efecto, de vez en cuando tropezar con tal verdad o presentarla para salvar un alma. Sería una maravilla en efecto si un ministro a veces no tuviera algo en sus sermones que se topara con el caso de algún individuo. Pero la cantidad de sabiduría es para decidirse, todo queda igual, por el número de casos en los que es exitoso en convertir a pecadores.

Tómese el caso de un médico. El gran curandero en Nueva York puede de vez en cuando toparse ante una cura increíble, y así elevar su reputación con el ignorante. Pero la gente seria y sensata juzga la habilidad de un médico por la uniformidad de su éxito para vencer la enfermedad, la variedad de las enfermedades que pueda tratar, y el número de casos en los que es exitoso para salvar a sus pacientes. El más diestro salva a más. Esto es sentido común. Es la verdad. Y así tan cierto en cuanto al éxito de salvar almas, y tan cierto en el mismo sentido.

2. Este principio no sólo es afirmado en el texto, sino que es un asunto de hecho, una verdad histórica, que "el que gana almas es sabio". Ha empleado de hecho los medios adaptados de tal manera para asegurar el fin.

3. El éxito de salvar almas es evidencia de que un hombre entiende el evangelio, y entiende la naturaleza humana, que sabe cómo adaptar los medios para su fin, que tiene sentido común, y que tiene ese tipo de tacto, ese discernimiento práctico, para saber cómo llegar a la gente. Y si su éxito es extensivo, muestra que sabe cómo tratar con gran variedad de caracteres, en una gran variedad de circunstancias, que son aún todos enemigos de Dios, y llevarlos a Cristo. Hacer eso requiere gran sabiduría. Y el ministro que lo hace muestra que es sabio.

4. El éxito de salvar almas muestra que un ministro no sólo sabe cómo trabajar sabiamente para ese fin, sino también que sabe dónde está su dependencia. Ustedes saben que los temores con frecuencia se expresan respecto a esos ministros que se centran directa y esforzadamente en la conversión de los pecadores. La gente dice "pues, este hombre va a trabajar en su propia fuerza; uno imaginaría que cree que él mismo se puede convertir". Cuán seguido ha mostrado el evento que el hombre sabe lo va a hacer, muy bien, y sabe dónde está su fuerza también. Fue a trabajar para convertir con denuedo a pecadores, como si pudiera hacer él solo, pero ésa es la forma que debe hacer. Debe razonar con los pecadores, y convencerlos, tan fiel y plenamente como si no esperara ninguna interposición del Espíritu de Dios, o como si supiera que no hubiera Espíritu Santo. Pero cuando un hombre hace eso con éxito, muestra que, después de todo, sabe que debe depender del Espíritu de Dios solo para éxito.

OBJECIÓN. Hay muchos que sienten una objeción contra este tema, apareciendo fuera de la vista que han tomado del ministro de Jesucristo. Nos preguntan, "¿Qué dirán del ministerio de Jesucristo?, ¿acaso no fue sabio?" Respondo: Sí, infinitamente sabio. Pero en cuanto a su supuesta falta de éxito en la conversión de pecadores, observarán las siguientes cosas:

(1.) Que su ministerio fue vastamente más exitoso que de lo que se suponía generalmente. Leemos en uno de los escritores santos, que luego de su resurrección y antes de su ascenso, "apareció a más de quinientos hermanos a la vez". Si tantos como quinientos hermanos se hallaron reunidos en un lugar, vemos que debió haber un vasto número de ellos esparcidos por el país.

(2.) Otra circunstancia a observarse es que su ministerio público fue muy corto, menos de tres años.

(3.) Consideren el diseño peculiar de su ministerio. Su objetivo principal era hacer la expiación por los pecados del mundo. No se centraba tanto en promover avivamientos. La "dispensación del Espíritu" no era aún dada. No predicó el evangelio tan plenamente como sus apóstoles después. Los prejuicios de la gente estaban muy fijos y eran violentos que no lo soportaban. El que no lo hiciera es claro por el hecho que incluso los apóstoles, que estaban constantemente con él, no entendían la expiación. No entendían que iba a morir, y como consecuencia, cuando supieron que de hecho había muerto, cundieron en desesperación, y pensaron que todo había pasado, sus esperanzas llevadas por el viento. El hecho fue que tenía otro objetivo en la mira, al que todo lo demás era hecho para rendirse, y el estado pervertido de la mente pública, y los prejuicios obstinados prevalecientes, mostraron por qué los resultados no se veían más en la conversión de los pecadores. El estado de la opinión pública fue tal que finalmente lo mataron por lo que predicaba.

Muchos ministros que tienen poco o nada de éxito se están escondiendo detrás del ministerio de Jesucristo, como si fuera un predicador sin éxito. Mientras, de hecho, era eminentemente exitoso, considerando las circunstancias en las que trabajaba. Ése es el último lugar donde un ministro que no tiene éxito debe pensar en esconderse.

OBSERVACIONES

1. Un ministro puede estar muy instruido y no ser sabio. Hay muchos ministros que tienen mucha instrucción; entienden todas ciencias, físicas, molares y teológicas; pueden saber lenguas muertas, poseer todo el conocimiento, y no ser sabios, en relación al gran fin sobre el que son generalmente empleados. Los hechos claramente lo demuestran. "El que gana almas es sabio".

2. Un ministro sin éxito puede ser piadoso como también ser instruido, y no ser sabio. Es injusto inferir porque un ministro no es exitoso, que por lo tanto es un hipócrita. Puede haber algún defecto en su educación, o en su modo de ver el tema, o de exhibirlo, o una carencia de sentido común, como anular su trabajo, y prevenir su éxito para ganar almas, mientras él mismo pueda ser sabio--"así como por fuego".

3. Un ministro puede ser sabio, aunque no esté instruido. Puede no entender las lenguas muertas, o la teología en su aceptación común, pero puede saber lo que un ministro del evangelio quiere, sin saber muchas otras cosas. Un ministro instruido y un ministro sabio son cosas diferentes. Los hechos en la historia de la iglesia en todas las épocas prueban eso. Es común para iglesias, cuando buscan un ministro, que sea instruido. No malentiendan que desprecio la instrucción. Mientras más instrucción, mejor, si también es sabio él en el gran asunto por el que se le emplea. Si un ministro sabe cómo ganar almas, a mayor instrucción, mejor. Pero si tiene otro tipo de instrucción, y no esa, infaliblemente fracasará del fin de su ministerio.

4. La falta de éxito en un ministro (todo queda igual) prueba: (1) que nunca fue llamado para predicar, y que lo sacó de su cabeza, o (2) que fue educado muy mal, y nunca se le enseñaron las cosas que quiere saber más, o (3) que si fuera llamado a predicar, y supiera cómo cumplir su deber, sería muy indolente y muy perverso para hacerlo.

5. Esos son los mejores ministros instruidos, que ganan la mayoría de las almas. Los ministros a veces son despreciados y llamados muy ignorantes porque no saben de ciencias y lenguas, aunque están muy lejos de ser ignorantes de aquello por el que el ministerio es asignado. Eso está mal. La instrucción es importante, y siempre es útil. Pero después de todo, un ministro puede saber cómo ganar almas para Cristo, sin gran instrucción, y tiene la mejor instrucción para un ministro, que puede ganar la mayoría de las almas para Cristo.

6. Hay evidentemente un gran defecto en el modo presente de instruir ministros. Esto es un HECHO SOLEMNE, al que la atención de toda la iglesia debe ser llamada distintivamente, que la gran masa de ministros jóvenes que son instruidos logran muy poco.

Cuando los jóvenes salen de los seminarios ¿están aptos para ir a un avivamiento? Véase un lugar donde se están llevando a cabo avivamientos y se busque a un ministro. Que los manden a un seminario teológico para un ministerio. ¿Entrará en la obra y la sostendrá, la continuará? Como David y el escudero de Saúl, llega él con un mucho disparate teológico que no sabe nada de qué hacer. Déjenlo por dos semanas y terminará el avivamiento. Las iglesias saben y sienten que la mayor parte de estos jóvenes no saben cómo hacer algo que necesite hacerse para un avivamiento, y se quejan de que los ministros jóvenes están rezagados de la iglesia. Pueden enviar a todos por los Estados Unidos, al seminario teológico, y encontrar más que pocos ministros jóvenes aptos para realizar la obra. ¡Qué estado de cosas!

Hay un gran defecto en instruir a ministros. La instrucción debe ser tal para preparar a jóvenes para la obra en particular a la que son llamados. Pero en vez de eso, son instruidos para algo más. El gran error es éste. Dirigen mucho la mente a asuntos irrelevantes, que no son necesarios cubrir. En sus planes de estudio, llevan a la mente por un campo amplio, que desvía su atención del objeto principal, y entonces se vuelven fríos en la religión, y cuando salen, en vez de estar aptos para la obra, no lo están. Bajo la apariencia de disciplinar la mente, ellos de hecho dispersan la atención para que cuando llegan a la obra, son torpes, y no saben como asirse, o actuar, para ganar almas. Esto no es el universalmente el caso, pero con frecuencia es así.

Es común para la gente que hable en voz alta y largamente sobre un ministro instruido. Nunca se haga tal cosa como decir una palabra contra un ministro instruido. Pero ¿qué queremos decir por una instrucción para el ministerio? ¿Queremos decir que deben estar tan instruidos como para estar aptos para la obra? Si son muy instruidos, a más instrucción, mejor. Que la instrucción sea la correcta, enseñar a un joven las cosas que necesita saber, y no las cosas que no necesita saber. Que sean instruidos para la obra. No dejen que la instrucción sea tal que cuando el joven salga, luego de pasar seis, ocho, o diez años de estudio, no valga ni la mitad de lo que valía antes que fuera. He conocido a jóvenes que salen de lo que llaman un "curso exhaustivo", que no estaban aptos para hacerse cargo de una reunión de oración, y que no pueden dirigir una reunión de oración, para hacerla lucrativa o interesante. Un anciano de la iglesia en una ciudad vecina, me informó recientemente de un caso. Un joven, antes de ir al seminario, había sido excesivamente útil entre ellos. Luego de haber estado en el seminario, enviaron por él y querían su ayuda, pero oh, ¡qué cambiado estaba! Estaba tan totalmente transformado que no hizo ninguna impresión; la iglesia pronto empezó a quejarse que iban morir bajo sus influencias, y se fue porque no estaba preparado para la obra.

Es común para aquellos ministros que han estado en los seminarios, y ahora son útiles, para afirmar que su plan de estudios hizo muy poco o nada de bien, y que tienen que desaprender lo que habían aprendido, antes de que hagan mucho. No lo digo de manera censuradora, sino es un hecho solemne, y debo decirlo en amor.

Supongan que un hombre va a ser cirujano en la marina. En vez de ir a la escuela de medicina para aprender cirugía, ¿acaso iría a la escuela náutica para aprender navegación? De esta forma, pueden prepararlo para navegar un barco, pero no para cirujano. Los ministros deben prepararse para saber lo que es la Biblia, y lo que es la mente humana, y saber cómo llevar a uno para conducirse con otros. Deben ser llevados a estar en contacto con la mente. Familiarizarse con todos los aspectos de la sociedad. Deben tener la Biblia en una mano, y el mapa de la mente humana en la otra, y saber cómo usar la verdad para la salvación de los hombres.

7. Una falta de sentido común con frecuencia frustra los fines del ministerio cristiano. Hay muchos buenos hombres en el ministerio, que tienen instrucción, y talentos de algún tipo, pero no tienen sentido común para ganar almas.

8. Vemos un gran defecto en nuestras escuelas teológicas. Los jóvenes son callados en sus escuelas, confinados a libros y alejados de la interacción con la gente común, o en contacto con la mente común. Por tanto, no están familiarizados cómo la gente piensa. Esto da cuenta del hecho de que algunos hombres simples, que han sido criados para el comercio, están familiarizados con la naturaleza humana, están diez veces más calificados para ganar almas que aquellos que son educados en el principio presente, y están de hecho diez veces más familiarizados en el negocio propio del ministerio. Éstos son llamados hombres "sin preparación". Éste es un gran error. No están instruidos en ciencias, pero están instruidos en las cosas que necesitan saber como ministros. No son ministros ignorantes, pues saben exactamente cómo llegar a la mente con la verdad. Entienden las mentes de los hombres, y cómo adaptar el evangelio al caso de ellos. Están mejor equipados para la obra que si tuvieran toda la maquinaria de las escuelas.

Deseo que se me entienda. No digo que no mandaría a un joven a la escuela, ni tampoco que lo desanimaría para dedicarse a un campo de la ciencia. Mientras más esté, es mejor, si junto con ello aprende también las cosas que el ministro necesita saber a fin de ganar almas--si entiende la Biblia, la naturaleza humana, y sabe cómo llevar la verdad, y cómo guiar y tratar las mentes, y alejarlas del pecado y llevarlas a Dios.

9. El éxito de cualquier medida para promover un avivamiento de religión de muestra su sabiduría con las siguientes excepciones:

(1.) Una medida puede ser introducida para efecto de producir entusiasmo, y ser tal que cuando se mire en retrospectiva sobre lo que vendrá, se verá sin sentido, y aparecerá haber sido un mero truco. En ese caso, reaccionará y su introducción hará más daño que bien.

(2.) Las medidas pueden introducirse, y el avivamiento ser poderoso, y el éxito atribuido a las medidas, cuando de hecho otras cosas hicieron poderoso el avivamiento, y esas medidas pudieron haber sido un obstáculo. Las oraciones de cristianos, y la predicación, y otras cosas, pueden haber estado tan bien calculadas para realizar la obra que han tenido éxito pese a esas medidas.

Pero cuando la bendición evidentemente sigue la introducción de la medida misma, la prueba está sin respuesta, que la medida es sabia. Es profano decir que una medida tal hará más daño que bien. Dios sabe acerca de eso. Su objetivo es hacer la mayor cantidad de bien posible. Puede algunas veces retener su bendición de una medida que hará más daño que bien. A veces puede retener su bendición de una medida que es calculada para hacer algo de bien porque será a expensas de un bien mayor. Pero nunca bendecirá un curso de acción pernicioso. No hay tal cosa como engañar a Dios en el asunto. Sabe si una medida dada es o no, en lo general, sabia. Puede bendecir una serie de trabajos a pesar de unas medidas lastimosas o poco sabias. Pero si bendice la medida en sí misma, está reprendiendo a Dios para que la pronuncie sin sabiduría. El que lleva a cabo eso, que vea el asunto.

10. Es evidente que mucha falta ha sido encontrada con las medidas, que ha sido constante y permanentemente bendecidas de Dios para la promoción de avivamientos. Sabemos que se dice que los insultos horrendos de un profanador han sido los medios para despertar a otro pecador menos endurecido. Pero esto es un caso raro. Dios por regular no hace uso de la blasfemia. Pero si una medida es continua y usualmente bendecida, que el hombre que piensa que es más sabio que Dios, la pone en tela de juicio. ¡TENGAN CUIDADO de cómo critican a Dios!

11. Los cristianos deben orar por los ministros. Hermanos, si sienten cuánto los pecadores necesitan sabiduría para cumplir los deberes de su gran cargo con éxito, y cuán ignorantes todos ellos son, y cuán insuficientes son ellos mismos, para pensar cualquier cosa de ellos mismos, orarían por ellos mucho más de lo que hacen; esto es, si les importara el éxito de sus trabajos. La gente con frecuencia critica a los ministros cuando no oran por ellos. Hermanos, esto es tentar a Dios, pues no deben esperar más de los ministros a menos que oren por ellos. Y no deben esperar una bendición en los trabajos del ministerio de ustedes, o tener a sus familias convertidas por la predicación de él, cuando ustedes no oran por él. Y así para los otros, los lugares desolados, y los paganos, en vez de orar todo el tiempo, sólo que Dios mande más obreros, necesitan orar que Dios haga sabios a los ministros para ganar almas, y que aquellos que envía pueden ser instruidos propiamente para que sean los escribas bien instruidos en el reino de Dios.

(12.) Aquellos laicos en la iglesia que saben cómo ganar almas son contados como sabios. No deben ser llamados "laicos ignorantes". Y aquellos miembros de la iglesia que no saben cómo convertir a pecadores, y que no pueden ganar almas, no deben ser llamados sabios--como cristianos. No son cristianos sabios; sólo "el que gana almas es sabio". Pueden estar instruidos en política, en todas las ciencias, o pueden se diestros en la administración de un negocio, u otras cosas, y pueden despreciar a aquellos que ganan almas, por ser hombres ignorantes, sencillos, de corazón simple. Si alguno de ustedes está inclinado a hacer eso, y devaluar a aquellos hermanos que ganan almas, que no son sabios y diestros como ustedes, se engañan a ustedes mismos. No sabrán de algunas cosas que sepan ustedes, pero saben aquellas cosas que un cristiano está más preocupado de saber y ustedes no.

Puede ejemplificarse por el caso un ministro que se hace a la vela. Puede estar instruido en ciencias, pero no sabe nada de cómo navegar un barco. Y empieza a preguntar a los marineros acerca de esto y otro, y para qué es esa cuerda y demás. "Pues", dicen los marineros, "esas no son cuerdas, sólo tenemos una sola cuerda en un barco, éstas son jarcias, el hombre habla como un tonto". Y entonces ese hombre instruido se vuelve el hazmerreír, quizá, de los marineros, porque no sabe cómo navegar un barco. Pero si les fuera decir la mitad de lo que sabe acerca de ciencia, quizá pensarían que es un mago por saber tanto. Así que los estudiantes instruidos pueden entender muy bien y pueden reírse de un cristiano humilde, y llamarlo ignorante, aunque sepa cómo ganar almas más que quinientos de ellos.

Una vez me dolió y acongojó el escuchar a un ministro que regañaba a un joven predicador, quien se había convertido bajo circunstancias notables, y quien tenía licencia para predicar sin haber tenido estudios. Ese ministro, que nunca, o por lo menos rara vez, había convertido a algún alma, lo regañó de una manera criticona y altiva, despreciándolo porque no tenía la ventaja de una educación liberal, cuando de hecho era fundamental en la conversión de más almas que cualquier ministro como ese.

No diré nada para devaluar, o llevarlos a ustedes a devaluar una educación concienzuda para los ministros. Pero no llamaría eso una educación concienzuda, que reciben en sus universidades y seminarios. No los hacen aptos para la obra. Apelo a toda la experiencia, si nuestros jóvenes en el seminario son concienzudamente instruidos para el propósito de ganar almas. ¿ACASO LO HACEN? Todos saben que no. Véanse los reportes del Home Ministry Society. Si recuerdo bien, en 1830, el número de conversiones en conexión con los trabajos de los misioneros de esa sociedad no excedieron cinco por cada misionero. Creo que el número ha crecido desde entonces, pero es excesivamente pequeño de lo que hubiera sido si hubiesen estado aptos para un curso correcto de entrenamiento para la obra. No digo esto para reprocharlos, pues en mi corazón me compadezco de ellos, y de la iglesia por estar bajo la necesidad de sostener ministros tan entrenados, o para nada. Son los mejores hombres de la Missionary Society que pueda tener. Supongo, desde luego, que se me reprochará al decir eso. Pero es muy cierto y doloroso para ocultarse. Aquellos padres que tienen la capacitación de los ministros jóvenes son buenos hombres, pero son antiguos, de otra época y estampa, de lo que se necesita en estos días de entusiasmo, cuando la iglesia y el mundo se están levantando a un pensamiento y acción nuevos. Aquellos queridos padres, supongo, no verán eso; y quizá piensen mal de mí por decirlo, pero es la causa de Cristo. Algunos de ellos están poniéndose ancianos, y deben renunciar, y dar lugar a los jóvenes, que no están considerados como físicamente capaces, por la edad, para mantenerse al paso con los movimientos externos de la iglesia. Y aquí debo decir, que para mi propia mente, parece evidente, que a menos que nuestros profesantes teológicos prediquen bastante, se mezclen mucho con la iglesia y simpaticen con ella y todos sus movimientos, es moralmente, si no naturalmente, imposible, que ellos deban tener éxito en entrenar a jóvenes al espíritu de la época. Es una pena y pecado que los profesantes teológicos, que predican rara vez, retirados de sus deberes activos del ministerio, deban sentarse en sus estudios y escribir sus cartas, consultivas o dictatoriales, a ministros e iglesias que están en la obra, y en circunstancias para juzgar lo que se necesita hacerse. Los hombres que pasan la mayor o casi todo el tiempo en deberes activos del ministerio son sólo hombres que pueden juzgar lo que es oportuno o inoportuno, prudente o imprudente, en cuanto a medidas de vez en cuando. Es tan peligroso y ridículo para nuestros profesantes teológicos, retirados del campo del conflicto, como para permitírseles dictar sobre las medidas y movimientos de la iglesia, como sería para un general sentarse en su recámara e intentar ordenar una batalla. (Esto fue dicho en 1833).

Dos ministros estuvieron un día conversando con otro ministro cuyos trabajos eran vehementemente bendecidos en la conversión de miles de almas. Uno de ellos dijo, "ese hombre no debería de predicar más; debería detenerse e ir" a un seminario teológico que nombró, "y pasar por un plan normal de estudios". Dijo que el hombre tenía "una buena mente, y si se le instruía exhaustivamente, podría ser útil". El otro contestó: "¿crees que sería más útil yendo a ese seminario? Te reto a que muestres con hechos que sería más útil de lo que ha sido. No, señor, el hecho es que desde que este hombre ha estado en el ministerio, ha sido fundamental para convertir más almas que todos los jóvenes que han salido de ese seminario". ¡Esto es lógico! ¡Deténganse y vayan a un seminario, prepárense para convertir almas, cuando está convirtiendo más que todos los que salen del seminario!

FINALMENTE, quisiera preguntarles antes de que me siente, ¿quién entre ustedes puede decir que posee esta sabiduría Divina? ¿Quiénes de los laicos? ¿Quiénes de los ministros? ¿Puede alguno de ustedes? ¿Estamos en la obra, sabiamente para ganar almas o estamos creyendo que el éxito no es criterio de sabiduría? Es un criterio. Es un criterio seguro que cada ministro debe tratar. La cantidad de su éxito, todo queda igual, mide la cantidad de sabiduría que ha ejercido en el desempeño de su cargo.

¡Qué tan pocos de ustedes han tenido la suficiente sabiduría para convertir un solo pecador!

No digan ahora "no puedo convertir a pecadores; ¿cómo puedo convertirlos? Dios solo puede convertir pecadores". Vean el texto: "El que gana almas es sabio", y no crean que se pueden zafar de esa oración. Es cierto que Dios convierte a los pecadores, pero hay sentido, también, en el que los ministros los convierten. Y tienen algo que hacer; algo que requiere sabiduría; algo que, si lo hacen sabiamente, asegurará la conversión de los pecadores en proporción a la sabiduría empleada. Si nunca han hecho eso, ya es hora que piensen sobre ustedes, y vean si tienen la sabiduría suficiente para salvar incluso sus propias almas.

Hombres--mujeres--están obligados a ser sabios para ganar almas. Quizá ya almas han perecido; quizá un amigo, o un hijo está en el infierno, porque no ejercieron sabiduría para salvarlos. La ciudad se está yendo al infierno. Sí, el mundo se está yendo al infierno, y debe seguir así hasta que la iglesia sepa qué hacer para lograr sus fines, mientras estamos escribiendo al respecto, sin saber qué hacer, o dónde ponernos a trabajar, y los pecadores se están yendo al infierno.

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*un segundo número "5" estaba aquí por error, quitando la secuencia de los números del 6 al 9, y el número 13 también se duplicó por error. Nota del editor.

**Una reunión ansiosa para Finney consistía en predicar un sermón breve, y entonces informarle a la gente lo que quería él. Les pedía a quienes estaban ansiosos o conturbados por sus almas, y que estaban dispuestos, inmediatamente a hacer las paces con Dios, y asistir a un reunión para instrucción, adaptada al estado mental de ellos. Finney supo de dichas reuniones por primera vez en Nueva Inglaterra donde se realizaban con el propósito de tener una conversación personal con los pecadores ansiosos y adaptar la enseñanza a los casos de cada persona para guiarlos a Cristo. Estas reuniones se hacían de dos maneras: (1) se pasaban unos momentos en una conversación personal, conociéndose el estado mental de cada persona, y entonces se dirigían a todos quitar cualquier dificultad o error; (2.) al ir con cada persona, y ver el caso de cada uno de ellos por separado, se lograba que prometieran dar su corazón a Dios. Ésta fue una práctica innovadora en su momento, lo cual creó objeción para muchos. Nota del traductor.

 

 

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