LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 38

Santificación

Observaciones

 

1. Hay algo importante que incluir en la santificación del cuerpo, que muy pocas personas parecen estar al tanto. En efecto, a menos que los apetitos corporales y los poderes consagrados al servicio de Dios--a menos que aprendamos a comer y beber, dormir, y despertar, trabajar y descansar para la gloria de Dios, la santificación permanente como algo práctico está fuera de lugar. Es claro que muy pocas personas están conscientes de la gran influencia que nuestros cuerpos tienen sobre las mentes, y de la necesidad indispensable de llevar y mantener nuestros cuerpos bajo sujeción.

Pocas personas parecen sostener el hecho fijamente en perspectiva, que si sus cuerpos no son correctamente manejados, serán una fuente de tentación tan intensa y arrolladora para la mente, que los llevarán al pecado. Si ellos se complacen a sí mismos en una dieta estimulante, y en el uso de esos condimentos irritantes y ásperos para el sistema nervioso, sus cuerpos serán, como curso de necesidad, la fuente de tentación poderosa e incesante de humores perversos y de afectos viles. Si las personas estuvieran conscientes de la gran influencia que el cuerpo tiene sobre la mente, se darían cuenta de que no pueden ser demasiado cuidadosos como para preservar el sistema nervioso de la influencia de cada artículo de comida o bebida, y preservar el sistema, como la niña de sus ojos, de toda influencia que afecte sus funciones. Nadie que tenga la oportunidad de adquirir información referente a las leyes de la vida y la salud, y los mejores medios de santificar todo el espíritu, alma y cuerpo, puede estar sin culpa si descuida esos medios de conocimiento. Todo hombre está sujeto a hacer de la estructura y leyes del cuerpo y del alma el asunto, mediante una investigación minuciosa como lo permitan sus circunstancias, de informarse sobre cuáles son los principios verdaderos de temperancia perfecta, y en qué forma se pueden aprovechar los poderes del cuerpo y de la mente para la gloria de Dios.

2. De lo que se ha dicho en estos capítulos, la razón del por qué la iglesia no ha sido enteramente santificada es muy obvia. Como un cuerpo de la iglesia no ha creído que tal estado sea obtenible hasta cerca del final de la vida. Y ésta es razón suficiente, y en efecto de más peso, de no haberla obtenido.

3. De lo que se ha dicho, es fácil ver que la verdadera pregunta tocante a la santificación en esta vida es: ¿es en realidad obtenible? Ahora algunos han pensado que la pregunta apropiada es: ¿son los cristianos completamente santificados en esta vida? Ahora, ciertamente ésta no es la pregunta que necesita ser discutida. Supóngase que se da por hecho que ellos no lo sean; este hecho es suficiente para dar razón de la consideración de que no lo saben o no creen que sea obtenible hasta el término de la vida. Si creen que es obtenible, puede que ya no más sea verdad que ellos no pueden obtenerla. Pero si la provisión realmente se hace para esta obtención, no equivale a nada, a menos que se reconozca y se crea. Lo que se necesita entonces es llevar a la iglesia a ver y a creer que ése es su privilegio y deber. No es suficiente, como se ha mostrado, decir que es obtenible, simplemente sobre la base de la habilidad natural. Esto es tan cierto del diablo, y de los perdidos en el infierno, como de los hombres en este mundo. Pero a menos que la gracia haya puesto esta obtención muy a nuestro alcance como para que pueda ser el objetivo en el prospecto razonable de éxito, no hay, de hecho, más provisión de nuestra santificación completa en esta vida que haya para el diablo. Como se ha dicho, parece ser trivial con la humanidad meramente mantener la obtenibilidad de este estado sobre la base de solamente la habilidad natural, y al mismo tiempo decirles que ellos ciertamente nunca ejercitarán esa habilidad a menos que estén dispuestos a hacerlo por la gracia de Dios, y además, que es un error peligroso para nosotros esperar recibir la gracia de parte de Dios para asegurar este resultado; que pudiéramos por posibilidad natural hacer esta obtención, pero es un error irracional y peligroso esperar o tener la esperanza de hacerlo, o esperar recibir la gracia suficiente para asegurarla.

La pregunta real es ¿ha llevado la gracia esta obtención muy a nuestro alcance para que razonablemente podamos esperar al tenerla como meta para experimentarla en esta vida? Se acepta que con base en la habilidad natural los perversos y los demonios tienen el poder de estar enteramente santificados. Pero también se admite que su indisposición para usar el poder correcto es tan completa que en realidad nunca lo estarán a menos que sean influenciados a hacerlo por la gracia de Dios. Insisto por tanto que la pregunta verdadera es ¿si las provisiones del evangelio son tales que la iglesia plenamente entienda y se agarre de la gracia presentada para que pueda obtener ese estado? ¿Estamos plenamente autorizados para ofrecer esta gracia a los cristianos como estamos de la gracia del arrepentimiento y del perdón para los pecadores? ¿Podemos instar tan consistentemente a aferrarse de la fe santificada lo suficiente para mantenerlos del pecado como para instar a los pecadores que se agarren de Cristo para justificación? ¿Podemos insistir en uno tan verdadera y honestamente como en el otro?

4. Vemos cuán irrelevante y absurdo es la objeción que en realidad la iglesia no ha obtenido ese estado, y por tanto no es obtenible. Por qué, si no lo han entendido para que sea obtenible, no desaprueba su obtenibilidad, como tampoco el hecho de que los impíos no han abrazado el evangelio prueba que no lo harán cuando lo saben. Recuerdo que se pensó que era peligroso llamar a los pecadores al arrepentimiento y a creer el evangelio; y al contrario, los calvinistas les decían que no se arrepentirían, que debían esperar el tiempo de Dios, y se consideraba como un error peligroso que un pecador pensara que podía arrepentirse. Pero ¿quién no sabe que a través de la inculcación de una doctrina opuesta ha llevado a multitudes al arrepentimiento? Ahora el mismo modo necesita ser buscado por los cristianos. En vez de que se les diga que es peligroso esperar ser completamente santificados en esta vida, deben ser enseñados a creer de inmediato y asirse de las promesas de amor y fe perfectos.

5. Pueden ver la necesidad de predicar plenamente e insistir en esta doctrina, y llamarla por su verdadero nombre escritural. Es sorprendente ver hasta qué punto hay una tendencia entre los hombres de evitar el uso de lenguaje escritural, y añadiré al lenguaje de tales hombres como Edwards y otros grandes y buenos ministros. Objetan las formas de perfección y la santificación completa, y prefieren usar los términos de consagración completa, y otras formas como ha sido común en la iglesia.

Ahora, de ningún modo contendería por el uso de palabras, pero aún me parece de gran importancia que usemos el lenguaje de la escritura e insistir en los hombres de "sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mt. 5:48), y se santifique completamente el cuerpo, el alma y el espíritu (1 Ts. 5:23). Esto me parece ser la razón más importante que si usamos el lenguaje al que la iglesia ha estado acostumbrada en este tema, nos malentenderá, como lo ha hecho, y no entenderá lo que queremos decir realmente. El que esto sea tan así se manifiesta en el hecho de que una gran parte de la iglesia expresa preocupación en el uso de términos de perfección y santificación completa, que no expresa ni siente tal preocupación. Esto demuestra que no entienden estos términos y que significan lo mismo. Y aunque entiendo que significan precisamente lo mismo, pero me encuentro obligado a usar los términos de perfección y santificación completa para poseer sus mentes de su significado verdadero. Esto es lenguaje de la Biblia. Es lenguaje inobjetable. Puesto que la iglesia entiende la consagración entera significa algo menos que santificación completa o perfección cristiana, me parece de gran importancia que los ministros usen una fraseología que llame la atención de la iglesia a la doctrina verdadera de la Biblia sobre este tema. Con gran humildad propondría la pregunta a mis amados hermanos en el ministerio, ¿si no están conscientes de que los cristianos tienen una idea muy vaga de lo que se implica en la consagración completa, y si no es útil y mejor adoptar una fraseología para dirigirme a ellos para que pongan atención al significado real de las palabras que usan?

6. A los recién convertidos no les ha sido permitido mucho consentir el pensamiento de que podrían vivir incluso por un día totalmente sin pecado. No se les enseña como algo general el esperar vivir, incluso por un día, sin pecado, ni se les enseña el esperar un traslado inmediato del alma y cuerpo al cielo. Claro, no han sabido que no hay otro modo más que continuar en pecado, y no obstante lo escandalosa y angustiante les ha parecido la necesidad, en la pasión de su primer amor, aún lo han visto como un hecho inalterable, que el estar en gran medida en cautividad al pecado es algo cotidiano mientras vivan en este mundo. Ahora, con una ortodoxia así, con la convicción en la iglesia y el ministerio tan maduro, establecido y universal, que a lo sumo lo que la gracia de Dios pueda hacer por los hombres en este mundo es llevarlos al arrepentimiento, y dejarlos vivir y morir en un estado de pecado y arrepentimiento, ¿es del todo maravilloso que deba ser el estado de religión como ha sido?

Al ver los resultados de los cristianos, de predicar la doctrina en cuestión, me siento obligado a decir que en cuanto hasta donde pueda llegar toda observación, tengo la misma evidencia, que es verdad y como tal pertenece y es bendición de Dios para su conversión. Esta doctrina parece tan naturalmente calculada para elevar la piedad de los cristianos, y como para resultar de hecho en la elevación de su piedad, bajo la bendición de Dios, como aquellas verdades que he predicado a los pecadores fueron para su conversión.

7. Cristo en gran medida se ha perdido de vista en algunas de sus relaciones importantes para la humanidad. Él ha sido conocido y predicado como un Salvador que perdona y justifica, pero se le conoce muy poco como un Salvador que mora y que reina en el corazón. Yo quedé sorprendido con una observación hace unos años de un hermano en quien en aquel entonces amaba grandemente, quien por un tiempo estuvo en un estado mental abatible, empujado con un gran sentido de su propia vileza, pero sin ver ninguna salida. En una reunión de la noche el Señor se le reveló a él para vencer completamente la fuerza de su cuerpo, y sus hermanos se vieron obligados a llevarlo cargando a casa. La siguiente vez que lo vi, exclamó con un patetismo que nunca olvidaré: "hermano Finney, la iglesia ha enterrado al Salvador." Ahora sin duda es verdad que la iglesia se ha vuelto enajenada de Cristo-- ha perdido en gran medida un conocimiento de lo que es él y debe ser para ella, y muchísimos de sus miembros, tengo buena razón para saberlo, en diferentes partes del país, están diciendo con una emoción profunda "se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han dejado".

8. Con toda su ortodoxia, la iglesia ha estado por mucho tiempo mucho más cerca del unitarianismo de lo que se ha imaginado. Esta observación puede escandalizar a algunos de mis lectores, y pueden imaginar que roza de censura. Pero amados, estoy seguro de que no lo digo en ese espíritu. Éstas son las palabras de "verdad y sobriedad". Tan poco se ha sabido de Cristo que si no estoy completamente equivocado, hay multitudes en las iglesias ortodoxas quienes no conocen a Cristo, y quienes en su corazón son unitarios mientras que en teoría son ortodoxos. Nunca han conocido a Cristo en el sentido del que he hablado de él en este tratado.

He estado, por algunos años, profundamente impresionado con el hecho de que muchos profesantes de religión llegan a la convicción madura de que nunca han conocido a Cristo. Ha habido en este lugar casi desarrollos continuos de este hecho; y dudo, si hay un ministro en la país quien presente a Cristo como el evangelio lo presenta, en toda plenitud de sus relaciones oficiales a la humanidad, quien no se escandalice y agonice con desarrollos que le aseguren que la gran cantidad de profesantes de religión no conocen al Salvador. Ha estado en mi mente una pregunta dolorosa y seria de lo que debo pensar del estado espiritual de aquellos que saben tan poco del Jesús bendito. Me atrevo a decir que nadie de ellos se ha convertido, y aún de que han sido convertidos, temo decir. No apagaría por nada "el pábilo humeante, o quebraría la caña cascada", o diría cualquier cosa que haga tropezar o debilitar al más endeble cordero de Cristo; y sin embargo mi corazón está dolido, mi alma enferma, mis entrañas claman por la iglesia del bendito Dios. ¡Oh, la iglesia querida de Cristo! ¿Qué sabe ella de su estado presente del descanso del evangelio de aquella "gran perfecta paz" que tienen y cuyas mentes se quedan en Dios? La iglesia en este lugar se compone, en gran medida, de profesantes de religión de diferentes partes del mundo que han venido aquí para propósitos educacionales y de consideraciones religiosas. Y como dije, a veces he estado consternado por los descubrimientos que el Espíritu ha hecho del verdadero estado espiritual de muchos que han venido aquí, y que eran considerados por otros antes que llegaran, y por ellos mismos, como verdaderamente convertidos a Dios.

9. Si no estoy equivocado, hay un sentimiento extensivo entre los cristianos y ministros de que mucho de lo que debe saberse y puede saberse del Salvador no se conoce. Muchos están empezando a encontrar que el Salvador es para ellos "como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura" (Is. 53:2); que el evangelio el cual ellos predican u oyen no es para ellos "poder de Dios para salvación" (Ro. 1:16) de pecado; que no es para ellos "buenas nuevas" (Lc. 1:19), que para ellos no es un evangelio que da paz; y muchos están sintiendo que si Cristo ha hecho por ellos todo eso que su gracia puede hacer en esta vida, el plan de salvación es tristemente defectuoso; que Cristo no es después de todo un Salvador apto para sus necesidades; que la religión que ellos tienen no es apta para el mundo en el que viven; que no los hace libres y no los puede hacer libres, sino que los deja en un estado de cautividad perpetua. Sus almas están agonizadas, y lanzadas de aquí para allá sin un lugar de descanso. Multitudes empiezan a ver que hay muchos pasajes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos que no entienden, que las promesas parecen significar mucho más de lo que se hayan dado cuenta, y que el evangelio y el plan de salvación, como un todo, debe ser algo muy diferente de lo que ellos han aprehendido aún. Si no me equivoco hay grandes multitudes por todo el país que están indagando con más fervor que antes por el conocimiento de que Jesús salva a su gente de sus pecados.

Si la doctrina de estos capítulos es verdad, ustedes ven la inmensa importancia de predicarla clara y plenamente en avivamientos de religión. Cuando los corazones de los convertidos están calientes con su primer amor, entonces es tiempo de familiarizarlos plenamente con su Salvador, ponerlo en todos los oficios y relaciones, como para romper el poder de cada pecado--dirigirlos a romper por siempre la dependencia de sí mismos y recibir a Cristo como un salvador presente, perfecto y eterno, en cuanto esto pueda posiblemente hacerse con su experiencia limitada.

11. A menos que este curso se tome, la apostasía es inevitable. Ustedes pueden de una vez esperar que se reviertan las aguas del Niágara con su mano, como para decir que la marea de sus antiguos hábitos de mente, rodeados como son de tentación, sin una relación profunda, minuciosa y experimental del Salvador. Y si son arrojados en su propia observancia y recursos, para fortaleza contra la tentación, en vez de ser dirigidos al Salvador, seguro que ellos se desanimarán y caerán en cautividad lúgubre.

12. Pero, antes de que concluya estas observaciones, no debo omitir el señalar la necesidad indispensable de una disposición de hacer la voluntad de Dios a fin de entender correctamente esta doctrina. Si un hombre no tiene la disposición de rendir sus pecados, negar a sí mismo toda impiedad y toda lujuria mundana, si no tiene la disposición de ser apartado totalmente y para siempre para el servicio del Señor, rechazará esta doctrina toda junta, o sólo la admitirá intelectualmente sin recibirla en su corazón. Es ese estado mental claramente peligroso aprobar esto o cualquier otra doctrina y no reducirla a la práctica.

13. Mucho mal se ha hecho por quienes han abrazado decididamente esta doctrina en teoría, y rechazádola en práctica. Su espíritu y temperamento han sido tales que han llevado a aquellos que los ven a inferir que la tendencia de la doctrina en sí era mala. Y no es dudarse que algunos que han profesado haber experimentado el poder de su doctrina en sus corazones, hayan deshonrado grandemente la religión, al exhibir un espíritu muy diferente al enteramente santificado. Pero ¿por qué en tierra cristiana debe ser esto piedra de tropiezo? Cuando los impíos ven a las personas de las naciones cristianas que profesamente adoptan el sistema cristiano exhiben en sus costas, y en sus países, el espíritu que muchos de ellos tienen, infieren que ésta es la tendencia de la religión cristiana. A nuestros misioneros respondo que sólo son cristianos nominales, sólo especulativos, y no creyentes de verdad. Si miles de nuestros miembros de la iglesia van entre ellos, tendrán la misma razón para quejarse, y quizá respondan a los misioneros, éstos no solamente son creyentes nominales, sino que profesan haber experimentado la religión cristiana en sus corazones. ¿Ahora qué responderían los misioneros? Por qué, para estar seguros, que eran profesantes de religión, pero que realmente no conocían a Cristo, que se estaban engañándose a sí mismos con un nombre para vivir, mientras que de hecho estaban muertos en sus transgresiones y pecados.

Con frecuencia ha sido asunto de sorpresa para mí que en tierra cristiana deba ser piedra de tropiezo para cualquiera, que algunos, o si se me permite, una mayoría de quienes profesan recibir y haber experimentado la verdad de esta doctrina deba exhibir un espíritu no cristiano, ¿Qué tal si la misma objeción deba ser llevada contra la religión cristiana, contra cada doctrina del evangelio, que la gran mayoría de todos los creyentes profesos y receptores de esas doctrinas fueran orgullosos, egoístas y mundanos y exhibieran cualquier otra cosa excepto un espíritu correcto? Esta objeción pudiera hacerse con verdad a los que profesan la iglesia cristiana. Pero ¿sería admitida la conclusión a tal objeción en tierras cristianas? Quien no sabe la pronta respuesta a tales objeciones como éstas que las doctrinas del cristianismo no sancionan una conducta así, y que no es la creencia real de ellos la que engendra cualquier espíritu o conducta, que la religión cristiana aborrece todas estas cosas objetables. Y ahora supóngase que se deba responder a esto, que un árbol es conocido por sus frutos, y que la gran mayoría de profesantes de religión no pueden exhibir ese espíritu a menos que fuese la tendencia del cristianismo mismo de producirlo. ¿Quién no responda a esto, que este estado de la mente y curso de conducta del que se quejan es el estado natural del hombre sin ser influenciado por el evangelio de Cristo; que, en estas instancias, debido a la incredulidad, el evangelio ha fallado en corregir lo que ya estaba mal, y que no se necesitaba la influencia de alguna doctrina corrupta para producir ese estado mental? Me parece que estos objetores en contra de esta doctrina debido al hecho de que algunos, y quizá muchos que han profesado recibirla han exhibido un espíritu incorrecto, dan por sentado que la doctrina produce ese espíritu, en vez de considerar que un espíritu incorrecto es natural a los hombres, y que la dificultad es que, a través de la incredulidad, el evangelio ha fallado en corregir lo que estaba mal antes. Razonan como si supusieran que el corazón del hombre necesitaba algo para engendrar dentro de él un espíritu malo, y como si supusieran, que una creencia en esta doctrina ha hecho perversos a los hombres, en vez de reconocer el hecho que antes eran perversos, y que mediante la incredulidad el evangelio ha fallado en hacerlos santos.

14. Pero que no se entienda que supongo o admito que la gran mayoría que han profesado haber recibido esta doctrina en sus corazones han exhibido un mal espíritu. Debo decir que ha sido de manera sobresaliente lo contrario hasta donde llega mi propia observación. Y estoy plenamente convencido que si he visto al cristianismo y al espíritu de Cristo en el mundo, ha sido exhibido por aquellos, como algo general, que han profesado recibir esta doctrina en sus corazones.

15. Cuán importantísimo es que el ministerio y la iglesia deban llegar plenamente al entendimiento correcto y abrazar esta doctrina. ¡Ah, sería como de muerte a vida! La proclamación de eso está ahora considerada por multitudes como "buenas nuevas". Desde cada rincón, recibimos la inteligencia feliz que las almas están entrando a un descanso profundo, y a la paz del evangelio, que están despertando a vida de fe y amor--y que, en vez de hundirse en antinomianismo, son de manera sobresaliente más benevolentes, activos, santos y útiles que antes, que de manera relevante oran más, son más observantes, diligentes, mansos, mentalmente sobrios y celestiales en todas sus vidas. Éste es el carácter de aquellos, en gran medida, por lo menos, con quienes me he relacionado, que han abrazado esta doctrina, y profesado haber experimentado su poder. Digo esto por la razón de aliviar las ansiedades de quienes han oído reportes extraños y cuyos temores honestos han sido despertados referente a la tendencia de esta doctrina.

16. Muchas molestias se han tomado para demostrar que nuestras opiniones sobre este tema están mal. Pero en toda la discusión a este fin hasta ahora ha habido un gran defecto. Nadie de los oponentes a esta doctrina no nos ha mostrado "un camino aún más excelente" y dicho lo que es correcto. Es ciertamente imposible determinar lo que es incorrecto, en cualquier sujeto moral, a menos que tengamos ante nosotros un patrón de lo correcto. La mente ciertamente debe estar familiarizada con la regla de lo correcto antes de que pueda razonablemente pronunciar cualquier cosa incorrecta "porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Ro. 3:20). Es por tanto ciertamente absurdo para los oponentes de la doctrina de la santificación completa en esta vida pronunciar esta doctrina incorrecta sin poder mostrarnos lo que es correcto. ¿Para qué propósito, entonces, digo, argumentan, quienes insisten en esta postura sobre el tema como incorrecto, mientras no intentan tanto en decirnos lo que es correcto? No se puede fingir que las escrituras no enseñan nada sobre este tema. Y la pregunta es ¿qué enseñan? Por tanto pedimos a los que denuncian esta doctrina, y creemos que la demanda es razonable, que nos informen definitivamente cómo cristianos santos pueden ser y se espera que sean en esta vida. Y que se entienda claramente que hasta que traigan la regla puesta en la escritura sobre este tema, sólo será arrogancia pronunciar cualquier cosa incorrecta, como si debieran pronunciar que cualquier cosa es pecado sin compararla con el patrón de lo correcto. Hasta que nos informen lo que enseñan las escrituras, debemos pedir ser excusados de suponer que nosotros estamos obligados a creer que lo que se enseña en estos capítulos está mal, o contrario al lenguaje y espíritu de inspiración. Esto es ciertamente una cuestión que no debe echarse en saco roto sin aclararse. Lo que busco es establecer una regla definitiva, explicar lo que suponemos son las enseñanzas reales y explícitas de la Biblia sobre este punto. Y no pensamos que es absurdo que los oponentes de esta postura deban intentar convencernos del error sin intentar tanto el mostrar lo que es la verdad sobre este tema. Como si fácilmente pudiéramos decidir con suficiencia lo que es contrario a lo correcto sin poseer cualquier conocimiento de lo correcto. Por tanto suplicamos a nuestros hermanos, al discutir este tema, que nos muestren lo que es correcto. Y si no es la verdad, que nos muestren un camino más excelente, y nos convenzan de que estamos mal al mostrarnos lo que está bien, puesto que no tenemos esperanza de ver que estamos mal hasta que veamos algo más que abogue que está bien en esta discusión.

17. Antes de que termine mis observaciones sobre este tema, no debo fallar en establecer lo que considero como el deber actual de los cristianos. Es mantener su voluntad en un estado de consagración a Dios y asirse de la promesas para la bendición prometida en pasajes como 1 Ts. 5:23-24: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". Éste es deber presente. Que esperen en el Señor en fe por esa limpieza de todo el ser que necesitan confirmar, fortalecer y establecer. Todo lo que pueden hacer, y todo lo que Dios requiere que hagan, es obedecerle en todo momento, y asirse de él para la bendición de la que he estado hablando, y estar seguros de que Dios traerá la respuesta en el mejor tiempo y de la mejor manera. Si creen, la unción que permanece será asegurada a su debido tiempo.

 

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